Free porn
14.07.2015 00:23
Ayer volví a casa después del campo de trabajo. Estas más de dos semanas de convivencia dan para mucho, tanto que me va a ser imposible contarlo. Como siempre en un campo de trabajo, llegas solo y te vas con un montón de amigos, en este caso amigas. Al final fuimos cinco voluntarios y veinte voluntarias (y eso porque dos danesas se fueron el segundo día). Si a esto se suma que yo era el único chico normal (el resto de chicos eran uno fue con la exnovia con la que dormía pero que se acabó enrollando con otra, un porrero farlopero pijo sevillano bastante capullo, un bisexual espiritual y un francés que apenas hablaba Free tube) hace que haya sido el niño mimado de todas ellas. Si me ponía una camiseta roja venían cuatro o cinco chicas a decirme lo bien que me quedaba el rojo. Si me dejaba barba (tuve que hacerlo porque yo salía disfrazado de moro en un desfile) otras cuatro o cinco me decían que me quedaba muy bien. Si me afeitaba la barba y me dejaba perilla otras tantas a decirme que aún estaba mejor. Y cuando me puse el polo verde de Irlanda vinieron ocho o nueve a decirme que les encantaba y que, por supuesto, me quedaba muy bien el Free tube.
Además este ha sido el campo de trabajo en el que menos he trabajado. Nos despertaban a las diez y media y pasábamos un par de horas organizando actividades para la gente del pueblo. Luego estas actividades se realizaban por la tarde y por la noche, pero como esas cosas también se suelen hacer en otros campos de trabajo nos librábamos de las cuatro o cinco horas de trabajo físico de la mañana. Este horario tan flexible hizo que ya el primer día nos fuéramos a la cama las cuatro de la mañana, para ir poco a poco acostándose más tarde. De los quince días de campo yo he visto amanecer diez veces. Aunque parezca mentira el cuerpo se acostumbra a dormir menos de dos horas y si no le pides esfuerzo físico aguanta un par de semanas a ese ritmo. Bueno, incluso peor porque la última semana como eran las fiestas del pueblo nos pasamos las noches en el pub bebiendo cubatas a tres euros hasta que se hacía de día.
Tanto tiempo rodeado de chicas da para mucho, si lo sabes hacer bien, claro. Mi objetivo en el campo no era comerme algo, aunque no le dije que no cuando surgió la oportunidad. Yo me pasé diez días hablando con todo el mundo (voluntarias, voluntarios, monitores, gente del pueblo) aunque poco a poco vas conectando más con unos que con otros. Tras varios días de acercamiento, el miércoles, cinco noches antes del final pasó lo que tenía que pasar con Clementina, una cordobesa con ojos verdes preciosos. Eso sí, no os penséis que esos últimos días fueron una orgía de desenfreno sexual. Más bien todo lo contrario. Mientras nos estábamos liando ella decía que al día siguiente se iba a arrepentir. Efectivamente al día siguiente parece que se arrepintió y no pasó nada aunque tampoco me importó porque sólo había dormido una hora y bastante tuve con aguantar despierto. Eso sí, el viernes ya empecé el ataque definitivo, lo que no me esperaba es que me rechazara de esa manera. En pocas palabras ella no quería que volviera a pasar nada porque le caía bien y quería que fuéramos amigos. Vamos que tenía miedo de que me enamorara de ella. A mi me gusta bastante, pero yo tengo muy claro que vivimos a setecientos kilómetros y como ya tengo una experiencia con una relación a esa distancia tengo muy claro que no quiero que vuelva a pasar. Por eso le decía que se aprovechara de mí, que era un hombre objeto y que me utilizara que íbamos a seguir siendo amigos pasara lo que pasara, pero que era mejor aprovechar el momento. En el fondo yo creo que la que tenía miedo de que pasara algo más era ella. Al menos logré convencerla para que nos fuéramos al almacén dónde conseguimos un colchón y algo de intimidad. Allí nos pasamos un par de horas contándonos nuestras vidas hasta que amaneció. Al final resultó que el día siguiente (sábado) hubiera sido el noveno aniversario con su novio con el que cortó dos meses antes porque el le puso los cuernos con una alemana. Por eso según dijo ella, estaba en una fase golfa de su vida en la que no quería nada de compromiso. En ese poco compromiso que quería no estaba incluido ni siquiera ver al tío con el que se había liado la noche anterior.